El Bodhisattva

Hablamos hoy de la tradición budista del bodhisattva. Estapalabra sánscrita refiere a una persona consagrada a despertarse y a actuar para el beneficio de todos los seres.

El camino del bodhisattva es una de las prácticas budistas más radicales,

porque establece que se alcanza la felicidad cuando se atiende al bienestar de los demás tanto como el propio.

Nuestro felicidad está conectada con el bienestar de lo demás.

En esta plática, estoy incluyendo algunos extractos del capítulo sobre el bodhisattva en el libro La Sabiduría del Corazón por mi maestro principal, Jack Kornfield.

Madre Teresa dijo, “El problema del mundo es que dibujamos demasiado pequeño nuestro círculo familiar.” Desde su punto de vista, todos los seres fueron parte de su familia espiritual y dignos de respeto y cuidado tierno.

Su actitud bondadosa reflejaba la filosofía del bodhisattva.

Cada tradición de sabiduría nos dice que no se encuentren el significado y la felicidad en el aislamiento, sino en la generosidad, el amor y la comprensión.

El bodisattva se manifiesta en muchas formas, desde una madre cuidando a su hijo, hasta un meditador que ofrece cualquier beneficio de su práctica a lo demás o un benefactor como el músico Bono que da millones de dólares a los pobres en África.

Reconocemos las metas del bodhisattva en la oración atribuida a San Francisco de Asís:

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.

Que ahí donde haya odio ponga yo amor;

Que ahí donde haya ofensa ponga yo perdón;

Que ahí donde haya duda ponga yo fe;

Que ahí donde haya desesperación ponga yo esperanza;

Que ahí donde haya tinieblas ponga yo luz;

Que ahí donde haya tristeza ponga yo alegría.

Que no me empeñe tanto en ser consolado como en consolar,

en ser comprendido como en comprender, en ser amado como en amar.

Pues dando se recibe, perdonando se es perdonado,

Y muriendo se resucita a la vida eterna.

El Dalai Lama hace los votos del bodhisattva en las palabras de Shantideva, el sabio venerable del sexto siglo:

Que pueda ser un guardián para los seres que necesitan protección y un guía para los seres en el camino,

Un barco, una balsa, un puente para los seres que desean atravesar un río.

Que pueda ser una luz en la oscuridad,

Un lugar de reposo para los seres que están agotados,

Una medicina sanadora para todos los enfermos,

Una vasija de abundancia, un árbol de milagros.

Y para las multitudes innumerables de seres vivientes,

Que pueda aportarles el sostén y la iluminación

Perdurables como la tierra y el cielo,

Hasta que todos los seres se liberen del sufrimiento

Y todos estén despiertos.

Cómo sería posible salvar a seis mil millones de personas y los billones de otros seres vivos? Cuando pensamos en esto desde una idea limitada del yo es imposible. Pero cuando ponemos en nuestro corazón la intención de ayudar con la liberación de todos los seres, entendemos que estos votos implican una dirección, un propósito sagrado, una ofrenda y una bendición. Cuando vemos el mundo desde la mirada del bodhisattva, no hay mí y otros, sino hay nosotros.

El Buda dijo, “No estamos separados, somos interdependientes.” Aún la persona más independiente era una vez un niño indefenso que tenía que recibir el cuidado de otra gente. En un nivel más básico, con cada respiración estamos intercambiando dióxido de carbono y oxígeno con los árboles y plantas.

Sin entender esta interdependencia, nos sentimos una división entre el cuidado para nosotros y la atención a los problemas del mundo.   Cuando Gandhi recibió elogio por su labor en la India, comentó, “No lo hago por la India, lo hago por mí mismo….No tengo nada nuevo que enseñar al mundo. La verdad y la no-violencia son tan antiguas como las montañas.” Cuidando a nosotros mismos, cuidamos al mundo, y cuidando al mundo, cuidamos a nosotros mismos.

Para seguir el sendero del Bodhisattva, no necesitamos emular el modelo de Gandhi o convertirnos en un monje como San Francisco.   Podemos crear una vida de servicio interior y exterior. Para hacerlo sin sentirnos abrumados, necesitamos encontrar el equilibrio.

El primer paso en el camino del bodhisattva es calmar la mente. Si nuestras acciones surgen de la ira, el apego, el miedo y la agresividad, vamos a perpetuar los problemas. ¿Cuántas revolucionarios han derrocado regimenes opresores para luego convertirse en los nuevos opresores? Sólo con una mente tranquila y un corazón pacífico podemos promover la paz.

Los bodhisattvas como Gandhi y San Francisco balanceaban la acción con la contemplación.   Gandhi pasaba un día de cada semana en silencio, meditando para poder actuar desde los principios de la interdependencia, sin causar daño a sí mismo o a los demás. San Franciso rezaba mucho para poder transmitir el espíritu divino a los seres necesitados. En la época moderna, el Dalai Lama se levanta muy temprano para iniciar cada día con cuatro horas de meditación antes de cuidar a otra gente.

Ellos pueden inspirarnos para crear una “zona de paz” en nuestras vida—sin tantas noticias internacionales o locales, y con más meditación silenciosa, caminatas en la naturaleza, y música de Mozart o otros compositores inspiradores. Calmar la mente nos ayuda entender que el mundo no necesita más petróleo ni más comida tanto como requiere más sabiduría y compasión.

Entonces la primera responsabilidad de cada persona es cuidar su propio corazón y mente en una manera atenta, compasiva y honesta, notando los juicios y los pensamientos negativos, e inclinando la mente hacia una dirección amorosa.   Eso requiere mucha práctica.

El segundo paso en el camino del Bodhisattva es reconocer la verdad.   Ajahn Chah dijo, “El enemigo es la ilusión. “ La ilusión echa culpa a los demás, crea enemigos y fomenta la separación. Cuando miramos la verdad de la interdependencia, podemos ver que ningún avance científico o material podrá resolver por sí solo nuestros problemas.   Sin transformar nuestra conciencia, se puede usar la nueva tecnología para crear más armas o destruir el medio ambiente.

Al enfrentar la verdad, un bodhisattva, de manera voluntaria, está presente compasivamente ante el sufrimiento personal y colectivo.   Cuando la Comisión para la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica dio a conocer públicamente los relatos de crímenes durante el apartheid, muchas víctimas perdonaban a los perpetradores para sanar las heridas de su país.

El tercer paso en el camino del Bodhisattva es visualizar la liberación del sufrimiento para nosotros mismos, la comunidad y el mundo.

Podemos visualizar un mundo en donde los niños tienen suficiente comida, donde hay resolución de los conflictos en vez de una carrera de armamentos, y donde las personas de todos los tribus, las castas, las razas y las orientaciones están tratadas con respeto y tengan oportunidades iguales.

Desde esta visión, podemos actuar con una intención clara.

Cuando practicamos los principios de la atención plena, la integridad, la generosidad y el respeto, eventualmente creamos una sociedad más sana, ética y armoniosa.

Con la crisis medioambiental en el sudeste asiático, algunos monjes de Birmania y Tailandia están convirtiendo sus monasterios del bosque en santuarios para los animales salvajes en peligro de la extinción. Para prevenir tanta deforestación, los monjes dan ritos de ordenación a los árboles más antiguos, envolviéndoles en las túnicas de monje.

El cuarto paso en el camino del Bodhisattva es tomar acción para cuidar el mundo. Cuando el maestro zen Thich Nhat Hanh se declaró a favor de la paz en Vietnam en los años sesenta, comprendió que la verdadera paz sólo se desarrollaría por la construcción de las escuelas y los hospitales y no por tomar partido de nadie. En su libro El loto en un mar de fuego describe cómo su Movimiento para el Servicio de los Jóvenes Budistas apoyaba a todos sin tomar en cuenta su orientación política.   En los dos extremos había gente con la actitud, “Si no estás con nosotros, estás con el enemigo,” y muchos de los jóvenes budistas fueron matados. Pero sus compañeros continuaron en el sendero de bodhisattva para sanar el sufrimiento, a pesar del éxito o fracaso externo de su misión.

Aún cuando no estamos luchando para una causa nacional o pública, podemos seguir el camino del bodhisattva en maneras pequeñas y simples: escuchando profundamente a un amigo que tiene problemas, visitando a una persona enferma, o escribiendo una carta de agradecimiento a alguien que necesita apoyo. Podemos tratar con respeto a cada ser en nuestro camino.

En el Hospicio de Houston, me encontré con una mujer que estaba en el sendero del bodhisattva. A pesar de enfermarse con el cáncer terminal, “Lola” estaba dando la bienvenida a cualquier visitante a su habitación. Todas las enfermeras y los voluntarios quisieran visitarle porque ella transmitió alegría. Ella me contó cuentos sobre su juventud, recogiendo algodón en una finca cerca de un pueblo chiquito en Tejas. Le gustó cantar las canciones espirituales conmigo y me dijo que empezaba y terminaba cada día con oraciones. Lola tenía mucha emoción sobre una fiesta en honor de su cumpleaños #98. Fue impresionante cuantas personas de su familia extendida asistieron al evento en el hospicio. Sentada en una silla de ruedas, ella era como una reina en su bata elegante, recibiendo el elogio de sus hermanas, primos, sobrinos y amigos. Después de las festividades, Lola estaba durmiendo mucho y no quiso comer nada. Su cumpleaños fuera como una gran despedida y una celebración de su vida, y después ella estaba lista para rendirse a la muerte. Murió en paz después de una vida llena de atención cariñosa a todos en su sendero. Lola nunca tenía fama ni prosperidad, pero tenía abundancia en sus conexiones con otros seres.

Cada mañana tomo un voto de tratar a mí misma y a lo demás con bondad. Eso requiere escuchar, hablar y actuar con conciencia. No siempre cumplo con el voto, pero es una intención que me guía.

El sendero del bodhisattva no implica convertirse en un santo o un mártir sino tiene que ver con la practica gradual de entrenar la mente y el corazón hacia una actitud bondadosa.

Tomemos un momento para reflexión sobre como sería posible acercarnos más a este sendero tan noble.